Un cuento de Navidad – Corazón de Oro

La vida nos da muchas oportunidades de poner en práctica lo que aprendimos en casa, lo que dijo el profesor de la escuela, lo que escuchamos de boca de los más experimentados o simplemente lo que nos dice el corazón. Esta oportunidad le tenemos para ustedes un Cuento de Navidad.

Desafíos diarios

Erase una vez en un lugar como el nuestro donde la vida de cada uno de sus habitantes se desarrollaba a tal velocidad que solo cabía tiempo para sobrevivir. Ernesto salía desesperadamente a buscar el pan de cada día, dejando a sus demás hermanos menores durmiendo aún al cuidado de su hermana que sin saber leer ni escribir hacia todo lo posible por cuidar de ellos. Si papá y mamá estuvieran sanos, era lo que anhelaba cada día, lamentablemente una enfermedad los mantiene en cama a ambos. Sin dinero, ningún médico se acercaría a curarlos.

Ernesto con tan solo 9 años sabía lo que era un día arduo de trabajo. Limpiaba un restaurante por las mañanas, comía parte de su almuerzo y el resto lo guardaba para llevarles a sus hermanos y padres. Luego de compartir en casa, tomaba la escoba y recorría algunas casas ofreciendo limpiar un poco a cambio de unos cuantos centavos o algo para comer. A veces era entendido, sin embargo otras veces era echado con palabras muy duras. El volvía a casa para volver a salir en las noches nuevamente recorriendo algunas tiendas que cerraban muy de noche y que le entregaban algunos centavos por llevar los desechos al vertedero del pueblo.

Dar todo al necesitado

No siempre conseguía lo suficiente para alimentar a sus hermanos. Uno de esos días solo obtuvo el trabajo de limpiar las ventanas de una tienda a cambio de medio pan. Sería muy poco pero su familia tendrá algo para comer. Al ir limpiando, observó por el cristal a un pobre mendigo incapacitado pidiendo limosna, más nadie le daba ni la mirada. Al salir con el medio pan bajo el brazo, Enrique no pudo contener el llanto mirando al pobre mendigo que lo miraba con una expresión conmovedora. Esto le hizo recordar a su padre al cual no podía atenderlo un médico por carecer de dinero. Dándole el pan, se dijo a si mismo – Yo puedo seguir buscando trabajo y llevar algo a la casa, pero este hombre no lo puede hacer y necesita más que nosotros. Al recibir el pan el mendigo le dijo: “Ernesto, gracias porque tienes un corazón de oro, con el cual conseguirás lo que necesitas para que tus padres sanen pronto y tengan que comer”. Al decir estas palabras se escucho las campanadas del reloj de la plaza y Ernesto dirigió la mirada. Al volver a ver al mendigo este ya no estaba, había desaparecido misteriosamente. Al mismo tiempo Ernesto sintió algo pesado colgando de su cuello. Era una cadena dorada la cual tenía un gran colgante en forma de corazón, para su sorpresa era un corazón de oro.

Últimas dificultades

Al llegar a casa Ernesto conto todo lo sucedido a sus padres. Ellos estaban convencidos que se trataba de un milagro y agradecían a Dios por tener a un hijo tan bueno como Ernesto. Al día siguiente Ernesto fue al joyero para vender la prenda. Inmediatamente este llamó a la policía, acusándolo de robo ya que no creía que esa valiosa pieza de joyería le pertenezca a una familia tan pobre como la de Ernesto. Sin embargo en la delegación antes de que el juez firme el acta de la denuncia. Apareció un hombre vestido tan lujosamente que causo el temor de todos los presentes. Este le pidió al juez que deje libre a Ernesto y que le devuelvan al niño el corazón de oro que le había regalado. El juez pidió una prueba. A lo que el misterioso hombre les dijo que revisen la inscripción en la joya que decía: “Ernesto, corazón de Oro”. Además mirando firmemente al joyero le ordenó que le dé el mejor precio por la prenda a Ernesto. Al salir de la comisaría, el hombre misterioso se dirigió a Ernesto y le dijo: “Gracias por el pan”, desapareciendo nuevamente.

Corazón de oro

Ernesto rápidamente fue a la joyería y vendió el corazón de oro al mejor precio. Con el dinero obtenido, los padres de Ernesto pudieron curarse, durante esos días hubo comida para todos y con lo que quedó el padre de Ernesto compro las herramientas necesarias para trabajar y enviar nuevamente a Ernesto a la escuela.

Muchas situaciones diarias nos dan la oportunidad de actuar como Ernesto y sin esperar nada a cambio. Así, está en nosotros dejar salir lo mejor que tenemos en nuestro interior, un corazón de oro.

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